Hola soy Rosely Quijano, de la ciudad de Mérida, Yucatán, México. Estoy ahora llevando el curso "Mediación cultural" y me interesó porque me gustaría conocer más opciones de cómo vincular desde el entorno educativo actividades relacionados con la cultura y el arte y abrir posibilidades desde la escuela donde laboro, ubicada en una comisaría de la ciudad capital, llamada San José Tzal donde laboro en un bachillerato. Me interesa conocer opciones y propuestas para desarrollar proyectos en nuestra comunidad estudiantil enfocados en estas áreas.
#AprendeINTEF
#EDUcultural
miércoles, 6 de marzo de 2019
viernes, 1 de marzo de 2019
El canto perenne del Ruiseñor
Me
atrapó todo un fin de semana un libro como hace mucho no me sucedía, pues
últimamente mis lecturas suelen ser intermitentes e intercaladas, leo uno, lo
dejo, comienzo otro, y así, muy pocos logran fijar las miradas de los lectores;
en varias ocasiones me he preguntado a qué se deberá, sin embargo, casi a punto
de desencantarme tomo este libro que incluso prometí en persona a su autor
leerlo. No es para menos, es el primer escritor yucateco contemporáneo que
conocí en mis clases de literatura yucateca y al cual he seguido a través de
sus cuentos; se trata de Carlos Martín Briceño quien incursiona por primera vez
en los sinuosos terrenos de la novela con “La muerte del Ruiseñor”.
Novela
polifónica a modo de self-referential novel
(novela autorreferencial) como la catalogaría la crítica literaria, nos ofrece
precisamente dos historias paralelas, los últimos años de vida del compositor
Guty Cárdenas y su trágica muerte en
1932 en el Salón Bach de la Ciudad de México, y por otro lado, la historia del
proceso de escritura del autor, sus esperanzas y contratiempos, su vida
familiar y su búsqueda incansable de información para convertir esa vida, tan
efímera y fructífera para la música de la época, en un “texto entrañable, una
historia que permanezca largo tiempo rebotando en las mentes y corazones de los
lectores.” Tejida así con los sinsabores y las tragedias familiares del autor,
se unen irremediablemente ambos personajes, el autor y Guty Cárdenas, bajo la
sombra lúgubre de la muerte. No obstante
es un texto que se lee con la tonada de “Nunca” y “Rayito de sol” resonando de
fondo, entre un ir y venir de los años treinta a la época actual y entre el
vaivén de las palabras precisas, exactas, que logran que un escritor ofrezca
una narración impecable donde las tensiones, el suspenso y la empatía por la
preocupación constante del autor-personaje por lograr lo que finalmente logra,
den como resultado este libro que sin lugar a dudas se queda resonando en
nuestro corazón y en nuestra memoria. Martín
Briceño ha traído al presente con esta novela no sólo la historia del famoso
compositor sino toda una tradición que se mantiene viva a través de la canción
yucateca.
Casi
al final se cuestiona el autor por qué escribe y se responde a sí mismo:
“escribo para reafirmar mi pertenencia a este mundo, para sentir que mi vida
tiene sentido” y es curioso porque yo leo por la misma razón, porque entre las
páginas de libros como éste, cuando se siente una comunión inexplicable entre
lo que se lee, se siente y se vive, surge la necesidad de escribir aunque sea
unas cuantas líneas que a lo mejor son innecesarias porque por sí sola “La
muerte del Ruiseñor” le canta al lector al oído y lo seduce.
Publicado en Novedades Yucatán el domingo 24 de febrero de 2019.
#Libros
lunes, 19 de marzo de 2018
LAS MUSAS DE LA LECTURA
La escritora Mónica Lavín dice que leemos para encontrarnos,
reconocernos, para saber quiénes somos y así, poder entender mejor a los otros,
por eso surgen las ideas de los libros como espejos o como ventanas. ¿Quién no
se ha reconocido en un personaje de un libro? Cuando mi maestra de la
secundaria me presentó por primera vez al Quijote de la Mancha, su Sancho y
Dulcinea a través de las páginas y también a través del teatro con “El hombre
de la Mancha”, ella y yo supimos que los libros iban a ser parte de mi vida por
siempre, me reconocí en ese personaje que lucha contra los molinos de viento y
su fe es inquebrantable. El camino continúo y en la preparatoria el mundo de la
literatura inundó mis ojos y mis sueños, ahí conocí a Ulises, a la fiel
Penélope, a todos los que habitan el Olimpo, el Hades y mucho más, gracias también
a una gran maestra que ama profundamente
su profesión y la lectura; el camino ya estaba trazado y sólo seguí aquél que
dos grandes mujeres me mostraron. Toda la vida las recordaré con todo el cariño
del mundo y les sigo los pasos aunque ellas no lo sepan porque ambas aún siguen
ejerciendo la docencia con igual ímpetu y entusiasmo y dejando huella en muchos
jóvenes que, como yo, encontramos en esos años difíciles de la adolescencia un
lugar o un refugio donde guarecernos. La maestra Angélica Molas y la maestra
Celia Vales son las Sherezadas que aún siguen contando historias interminables y
logrando que aprendamos que es posible soñar despiertos: leyendo, y que también
es posible ejercer una profesión con toda la pasión y la entrega que la
docencia requiere.
Los maestros en general, debemos únicamente abrir el camino, iniciarlo, si lo hacemos bien, los alumnos, parafraseando a Machado, harán camino al andar. El sendero de
la literatura es de los mejores que podemos enseñar a los niños y jóvenes, en
él se encontrarán y reconocerán como un espejo, pero también conocerán y entenderán otros mundos, otras
formas de ser y pensar como ventanas, siempre y cuando se haga con genuino
interés y pasión, enseñanzas así son inolvidables.
Yo, como Emily Brontë también diría en ocasiones
“permítame que me tome la libertad de preguntarle cómo se las arregla para
vivir sin libros”; cómo se vive sin ellos después de que fueran dos musas con su canto de sirenas las que le
dieron voz a muchos libros, personajes y autores inmortales. Los lectores, como
los poetas, también tenemos musas de papel o de carne y hueso, si nos
convertimos en una un buen día habitaremos por siempre en el país de los
libros.
Publicado el domingo 3 de diciembre en Milenio Novedades.
miércoles, 9 de agosto de 2017
MUJERES EN LA GUERRA Y EN LOS LIBROS
Por
lo general la guerra es protagonizada por hombres, contada por ellos, son sus héroes
y antihéroes, su voz es la que resuena y se silencia junto con las metrallas y
las bombas y su valentía es la que se reconoce con nombramientos honoríficos.
Pero la premio Nobel de Literatura 2015, Stevlana Alexiévich ha dedicado su
pluma a cumplir la misión de reconocer la gran labor y el papel fundamental que
las mujeres desempeñaron en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en su
libro “La guerra no tiene rostro de mujer” donde recopila los testimonios de
quienes participaron de manera activa y valiente junto con los hombres, incluso
ocupando cargos que comúnmente sólo eran asignados a ellos; la relevancia de estos relatos es que son la voz
femenina de lo bélico, de enfermeras, pilotos, soldados de infantería,
criptógrafas, francotiradoras, partisanas y otros roles de rostros anónimos que
a través de este libro cobran vida con sus recuerdos, todos ellos cargados de
gran emotividad que narran, por un lado, la crueldad y la dureza de la guerra, y por
otro, la sensibilidad y feminidad que aún en los momentos más críticos
estuvieron presentes. En cada testimonio hay algo en común, las mujeres fueron
la visión humana, la ternura y el amor al prójimo que rescata a cualquier alma
desolada por los estragos de las intervenciones bélicas: “La idea era que las
chicas sigan siendo tiernas como rosas de mayo, que la guerra no mutile sus
almas.”
De
alguna forma estas historias también se unen a las de miles de mujeres que
tuvieron que huir de la guerra, como la que nos narra Françoise Frenkel en “Una
librería en Berlín”, un libro desgarrador donde la autora cuenta su propia
travesía desde que inicia la ocupación nazi en territorio francés y debe
abandonar lo más preciado de su vida, sus libros, que como ella, son
perseguidos y censurados. Su largo trayecto de huida está aunado al de otras
almas que no tuvieron su misma suerte, pues logra, después de años de
persecución y cárcel, cruzar la frontera y encontrar en Ginebra su libertad. Es
pues la historia de una mujer valiente que nunca deja de mostrarnos, a pesar de
las adversidades por las que atraviesa, una fe en la humanidad y ejemplos
auténticos de solidaridad, de esos que sólo en situaciones trágicas y cruentas
suelen aparecer, indescriptiblemente, en las almas humanas.
Ambos
libros tienen en común mostrarnos la mirada de madres, hijas, esposas, amigas,
mujeres al fin, que sufrieron y sintieron en carne y hueso la desolación de los
estragos de un combate que deja huellas imborrables y que en estas páginas
destilan dolor y muerte, pero a la vez amor y esperanza de mujeres únicas,
valientes y tiernas que, aún sin rostro, son las verdaderas protagonistas de la
guerra.
Publicado el 16 de julio de 2017 en Milenio Novedades.
domingo, 23 de abril de 2017
23 DE ABRIL: DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO
Dada su importancia en 1995 la UNESCO oficializó este
día para celebrar en todo el mundo al libro y, por supuesto, al universo tan
diverso que incluye su lectura y sus lectores. El libro es para algunos un refugio,
una huida a través del papel y tinta de una realidad que desean evadir, para
otros es una oportunidad de conocer, amar, viajar, de dialogar, escuchar y
también de encontrarse, los libros pueden ser la compañía para una soledad de
un día o de toda una vida; y es totalmente cierto, como dijo Thomas Carlyle,
que “los libros son amigos que nunca decepcionan”, los escritores y las
historias quizá, pero los libros nunca, por eso son también el bálsamo para
curar heridas, o por lo menos, un paliativo para intentar olvidarlas y
sanarlas. El libro también es aventura, riesgo y rebeldía, es escuchar voces y
a veces gritos que algunos no quieren que escuchemos y, paradójicamente, como
añoró Sor Juana, son también el anhelado silencio. Por eso pueden ser puertas, ventanas,
espejos, puentes o caleidoscopios, son todo aquello que nos permita
expandir nuestra mente y realidad para mirar a otros y también a nosotros
mismos, así algunas veces son un espejo mágico, una máquina del tiempo o un
oráculo y, otras, como el agua cristalina donde se reflejó Narciso.
Los libros son de los pocos objetos, o tal vez el más
antiguo, que como decía Umberto Eco "son esa clase de instrumentos que,
una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos”,
porque son capaces de despertar todos nuestros sentidos, la vista necesaria
para recorrer las letras y comprender e imaginar; el oído para escuchar los
sonidos que rodean el acto de leer en silencio o en voz alta; el olfato, para
aspirar su olor a nuevo, antiguo, guardado o el aroma de las manos de quien nos
lo ha prestado u obsequiado, e incluso, algunos los recordamos por su olor y no
por su historia; el gusto, porque al leer aparecen alusiones a platillos o
bebidas y las saboreamos, o porque en ocasiones son nuestra mejor o única compañía
para un café o una comida; y el tacto, por el roce de los dedos con cada página
para leerlos. Por eso el libro físico no
pasará a ser un objeto de anticuario, aunque el digital propugne en esta era
por relegarlo, ambos son valiosos, pero la experiencia de activar todos nuestros
sentidos a la vez conectados con nuestros pensamientos, emociones y
sentimientos seguirá siendo extraordinaria y exclusiva de eso que atesoramos en
los rincones o en los espacios donde habitan sigilosamente, nuestros libros.
Publicado en Milenio Novedades. Domingo 23 de abril de 2017.
Ilustración: Edward McGowan
Etiquetas:
día internacional del libro,
libros
miércoles, 12 de abril de 2017
LECTURA 1 – 1 FUTBOL
Por
mucho tiempo se creyó que los escritores desdeñan al fútbol y los futbolistas le
tienen fobia a los libros; no es casualidad, Jorge Luis Borges y Rudyard
Kipling, por ejemplo, propagaron esta fama con sus férreas diatribas en contra
del deporte más popular del mundo. Eduardo Galeano puso el tópico sobre la mesa
cuestionando “¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen
muchos creyentes y la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”, esto
dio como resultado su libro “El fútbol a sol y sombra” donde narra las
anécdotas como arquero en Argelia del Premio Nobel de Literatura 1957, Albert
Camus, quien alguna vez respondió, sin dudarlo, que de habérselo permitido su
salud se hubiera dedicado al fútbol, y aunque consagró su vida afortunadamente a
las letras en algunos textos dejó la huella de su otra gran exaltación: “Los
partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que
amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me
siento inocente”.
También
el novelista Arthur Conan Doyle, creador del famoso personaje Sherlock
Holmes, fue el primer arquero del equipo inglés que evolucionó en el actual
Portsmouth Football Club. Es evidente
que el fútbol ha irrumpido con notoriedad en la literatura, también lo demuestran
Benedetti en Uruguay; Fontanarrosa en
Argentina (“Puro fútbol”); Raúl Pérez Torres de Ecuador (“Cuando me gustaba el
fútbol y otros relatos”); García Márquez, en Colombia y, en México, Monsiváis
le atribuyó a este deporte el único nacionalismo a la mano, pero es
indudablemente Juan Villoro quien le ha dedicado más tinta al balompié, autor
de “Balón dividido” ha dicho que “los estadios existen para jugar a la magia.
El mundo, para vivirla”.
En
Argentina se publicó recientemente “Pelota de papel”, el primer libro escrito
por futbolistas, y hace unos días la UNAM presentó el proyecto “Cómo no te voy
a leer” que tiene la iniciativa de fomentar la lectura entre los jugadores de Pumas,
la cual ojalá se extendiera a otros clubes. Pensando en ello, tengo por lo
menos dos entrañables amigos más que aficionados, apasionados del fútbol,
quienes además han sido mis mejores aliados en la que es la mía, la lectura,
con ellos he podido darme cuenta que nuestros mundos convergen en algún punto, el
futbol no sólo está en la cancha, también está en las páginas y, ¿por qué no?,
pudiera ser cierto que “el goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta
del año”, como afirmó el escritor Pier
Paolo Pasolini, y, por lo tanto en las canchas también hay poesía, sólo hay que
saber leerla, y por eso, en esta ocasión, quedaremos en un amistoso empate.
Publicado en Milenio Novedades.
domingo, 2 de abril de 2017
DETRÁS DEL LIBRO
¿Se han imaginado que por cada libro que existe a su vez hay
una o muchas historias sobre su proceso desde la escritura hasta su
publicación? Es realmente maravilloso conocer qué hay detrás de los escritores
y sus textos, pues incluso algunas anécdotas llegan a ser más interesantes que
el propio libro, lamentablemente pocas veces se escriben o se conocen.
“La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, de Santiago
Posteguillo, es un buen ejemplo de lo anterior. Relata la vida secreta de
varios autores y sus obras que son hoy representativos de la literatura
universal. Así, por ejemplo, retoma esa vetusta polémica en torno a la
verdadera autoría de Shakespeare ¿o Marlowe?; el nacimiento de “El ingenioso
hidalgo Don Quijote de la Mancha” en una cárcel de Sevilla; la curiosa anécdota
de cómo Mary Shelley escribió por un reto, precisamente Frankestein, y qué
influencia tuvo la obra de Cervantes en ese proceso; los múltiples rechazos que
tuvo “Primeras impresiones” de Jane Austen; la ludopatía de Dostoiewski que
resultó ser una bendición literaria para
sus millones de lectores, así como las persecuciones de la Gestapo a los amigos
de Kafka por poseer sus manuscritos; o también la suerte que corrió el libro
perdido de Julio Verne que pocos han leído: “París en el siglo XX”; y la
afortunada historia del manuscrito de “Harry Potter y la piedra filosofal” que
cayó en manos de una niña cuya recomendación dio fama mundial a J. K. Rowling y de quien el autor opina, con
toda razón, que su gran mérito ha sido lograr que millones de niños y
adolescentes se acostumbren a leer, convirtiéndose en lectores que continuarán con
otros libros de otros autores así hasta el infinito del libro. Estos y otros
más son los relatos que encontraremos también de escritores como Conan Doyle,
Saint-Exupéry, Dickens o, incluso, escritores peligrosos como William Burroughs
o Anne Perry.
Los libros que hablan sobre libros son una ventana para
asomarse al mundo del escritor, los editores y las editoriales. Esos mundos
paralelos al libro son, en ocasiones, sombríos y tortuosos o afortunados y
exitosos, pero definitivamente fascinantes. Posteguillo nos lleva de la mano a
los lectores en un periplo que comienza justo en el momento en que se cierra la
última página, cuando nuestra curiosidad se despierta y deseamos saber más de
la persona real que dio vida al libro y el proceso que siguió hasta antes de llegar
a nuestras manos y ojos de lector.
Publicado en Milenio Novedades.
Ilustración tomada de https://es.pinterest.com/leewhiteillustr/
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