Dada su importancia en 1995 la UNESCO oficializó este
día para celebrar en todo el mundo al libro y, por supuesto, al universo tan
diverso que incluye su lectura y sus lectores. El libro es para algunos un refugio,
una huida a través del papel y tinta de una realidad que desean evadir, para
otros es una oportunidad de conocer, amar, viajar, de dialogar, escuchar y
también de encontrarse, los libros pueden ser la compañía para una soledad de
un día o de toda una vida; y es totalmente cierto, como dijo Thomas Carlyle,
que “los libros son amigos que nunca decepcionan”, los escritores y las
historias quizá, pero los libros nunca, por eso son también el bálsamo para
curar heridas, o por lo menos, un paliativo para intentar olvidarlas y
sanarlas. El libro también es aventura, riesgo y rebeldía, es escuchar voces y
a veces gritos que algunos no quieren que escuchemos y, paradójicamente, como
añoró Sor Juana, son también el anhelado silencio. Por eso pueden ser puertas, ventanas,
espejos, puentes o caleidoscopios, son todo aquello que nos permita
expandir nuestra mente y realidad para mirar a otros y también a nosotros
mismos, así algunas veces son un espejo mágico, una máquina del tiempo o un
oráculo y, otras, como el agua cristalina donde se reflejó Narciso.
Los libros son de los pocos objetos, o tal vez el más
antiguo, que como decía Umberto Eco "son esa clase de instrumentos que,
una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos”,
porque son capaces de despertar todos nuestros sentidos, la vista necesaria
para recorrer las letras y comprender e imaginar; el oído para escuchar los
sonidos que rodean el acto de leer en silencio o en voz alta; el olfato, para
aspirar su olor a nuevo, antiguo, guardado o el aroma de las manos de quien nos
lo ha prestado u obsequiado, e incluso, algunos los recordamos por su olor y no
por su historia; el gusto, porque al leer aparecen alusiones a platillos o
bebidas y las saboreamos, o porque en ocasiones son nuestra mejor o única compañía
para un café o una comida; y el tacto, por el roce de los dedos con cada página
para leerlos. Por eso el libro físico no
pasará a ser un objeto de anticuario, aunque el digital propugne en esta era
por relegarlo, ambos son valiosos, pero la experiencia de activar todos nuestros
sentidos a la vez conectados con nuestros pensamientos, emociones y
sentimientos seguirá siendo extraordinaria y exclusiva de eso que atesoramos en
los rincones o en los espacios donde habitan sigilosamente, nuestros libros.
Publicado en Milenio Novedades. Domingo 23 de abril de 2017.
Ilustración: Edward McGowan
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