miércoles, 30 de julio de 2014
TANIA LA GUERRILLERA ¿NADA SERÁ MI NOMBRE ALGUNA VEZ?
He intentado desde hace meses escribir sobre esta mujer, Haydée Tamara Bunke Bíder, mejor conocida como Tania la guerrillera, pero debido a lo asombrosa y ejemplar que es su vida, me he quedado muchas veces en el intento; en esta ocasión, aún me quedaré seguramente muy limitada, pues es una tarea ardua hablar de esta mujer a la que de antemano confieso que admiro desde el momento en que la conocí a través de uno de los mejores regalos que me han dado en mi vida, el libro titulado “Tania la guerrillera y la epopeya suramericana del Che” (2005, Ed. Ocean Press) que escribió quien mejor puede hacerlo sobre ella, Ulises Estrada, su mentor, amigo, colega y compañero sentimental.
Hija de judíos y militantes comunistas refugiados en Argentina que al cumplir Tamara 14 años, en 1952, deciden regresar a la recién formada República Democrática de Alemania. En 1960, Ernesto Che Guevara viaja a Lepizig como director del Banco Nacional de Cuba y el Consejo Central de Juventud Libre y Alemana envía a Tania como intérprete del representante oficial, es en ese momento cuando se conocen y se despierta el interés de ella por volver a Latinoamérica lo cual logra años más tarde.
La historia de Tania (nombre adoptado por ella para su misión en Cuba y Bolivia), contada por Ulises Estrada, está enfocada en desmitificar la imagen de la “amante” del Che que se construyó en torno a ella para minimizar su participación en la lucha armada y silenciar la labor de espionaje que desarrolló en Bolivia después de años de entrenamiento que tristemente culmina, el 31 de agosto de 1967 a sus escasos 30 años, en una emboscada tendida por el ejército bolivariano donde le fueron arrancada la vida y los ideales de lucha a la mujer que, en palabras del autor, “desde muy joven, sin perder su alegría, su ternura, ni su amor a la vida, convirtió las multiformes luchas de la humanidad contra el imperialismo, contra el capitalismo por la democracia, la justicia, el socialismo y el comunismo en la quintaesencia de su trascendente existencia”
Ulises Estrada, el autor, fue nombrado como el Oficial Operativo, al ser elegida por el Che y Piñeiro como la mujer indicada para realizar labores de espionaje en Bolivia, debido no sólo a su inquebrantable decisión de unirse al movimiento, sino porque “era una mujer muy culta. Dominaba varios idiomas, conocía de literatura, de pintura y de música: expresión artística en la que – a través del piano, la guitarra y el acordeón – había demostrado un gran dominio de piezas clásicas del folklore latinoamericano […] había matriculado la Licenciatura en Periodismo en la Universidad de La Habana con el propósito de darle continuidad a los estudios de filosofía que había comenzado en la famosa Universidad Humboldt de Berlín Oriental. Además su conducta moral era intachable”
Todas esas características la llevaron a ser elegida para tan arriesgada misión, convirtiéndose en una ejemplar mujer que luchó y murió por sus ideales, pero que sin dejar de ser mujer, se enamoró irremediablemente durante su estancia y entrenamiento en Cuba del que fuera el responsable de su rígido entrenamiento y, autor de este interesante libro. Contada con una ejemplar objetividad, rasgando los velos que mitifican la imagen de Tania, la historia se centra en los detalles de todo el complicado proceso de entrenamiento que incluían cambios de personalidad y ejercicios físicos arduos, así como múltiples acciones para poner a prueba su lealtad y compromiso con los ideales revolucionarios , sin embargo, sin ocultar el autor jamás su admiración por la mujer, la guerrillera, la valiente y compañera de ideales, dedica un emotivo capítulo titulado “Un recuerdo imborrable” para contar el episodio que lo unió aún más a esta mujer admirable y lo motivó a escribir este libro, y para quien su nombre, el de Tania, aún muchos años después de su muerte, lo fuera todo, respondiendo así a esa inquietante pregunta que alguna vez ella se hiciera: ¿nada será mi nombre alguna vez?
Como si fuera una historia ficticia, pero que sabiendo que fue real la convierte en una narración extraordinariamente hermosa, este capítulo narra la relación oculta entre un Oficial Operativo y su agente en donde ambos irremediablemente sucumbieron al sentimiento más sincero y noble que, debido a la frecuente y prolongada convivencia y momentos que compartieron juntos, surgió como surge sin explicaciones entre un hombre y una mujer y que el autor y protagonista narra de la siguiente manera: “En esos ambientes íntimos, una noche del año 1963, cuya fecha exacta mí ya envejecida memoria no alcanza a precisar, ocurrió lo inevitable. Estando en Playa Baracoa, sentados en la arena, mirándonos fijamente a los ojos, ambos nos confesamos y, luego, nos entregamos nuestro amor. Y lo hicimos con la pasión propia de nuestra edad. Los dos sabíamos que era un amor prohibido por las normas de nuestro trabajo clandestino, pero también sentíamos que ya no nos podíamos contener. Estábamos convencidos de la pureza de nuestros sentimientos y que estos no afectarían nuestras relaciones de trabajo”.
Entre las páginas de este libro se aprecia a Tania, la mujer valiente, decidida, congruente con sus ideales, inquebrantable, pero también a la mujer tierna y soñadora, que dio su vida, junto con otros grandes personajes mucho más conocidos de la Revolución Cubana, por los grandes y nobles ideales de justicia, sacrificando su vida íntima y sus sueños de ser madre y esposa.
Leer cada página de “Tania la guerrillera y la epopeya suramericana del Che” nos impregna de una muestra clara de ejemplar vocación, de lo que son los ideales inquebrantables y la lealtad tejida, al fin y al cabo, en los sueños de una gran mujer que merece ser recordada y que entre sus pertenencias encontradas años después de su fatídica muerte llevaba las siguientes palabras que yo estoy segura llevaba grabadas en el alma y recordadas en el preciso instante de su muerte:
“Lo más valioso que un hombre posee es la vida, se le da a él solo una vez y por ello debe aprovecharla, de manera que los años vividos no le pesen, que la vergüenza de un pasado miserable y mezquino no le queme y que muriendo pueda decir: He consagrado toda mi vida y mi gran fuerza, a los más hermoso en el mundo, a la lucha por la liberación de la humanidad”. (Fragmento de Nicolai Ostrovski)
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