Todas estas propuestas sumamente interesantes las he querido traer ahora a la memoria para hablar desde mi experiencia de la transformación o evolución del libro de lo impreso a lo digital. Y por supuesto, es meramente una opinión personal basada en mi percepción, con la cual muchos pudieran estar o no de acuerdo.
No tengo el recuerdo del primer libro que leí, pero sí el primero significativo que me leyeron, era un libro grande e ilustrado de Cuentos clásicos, con el cual mi hermana mayor me enseñó a leer porque estaba ya aburrida de leerme una y otra vez la historia de “Los tres cochinitos”, “El patito feo” y “Pinocho”, así que decidió mejor enseñarme a leer para que lo hiciera yo misma. Ella fue realmente con quien me asomé a la maravillosa ventana de la lectura por primera vez. Fueron tardes hermosas que recuerdo con gran detalle. Como también recuerdo la primera vez que mi mamá me compró un libro, un día que casualmente pasamos por la feria del libro que se realizaba en el palacio municipal. Ese libro fue “Navidad en las montañas” y “Clemencia” de Ignacio Manuel Altamirano, era un libro 2 en 1, que lamentablemente no conservo, pero sí recuerdo con mucho amor. De ahí vinieron seguramente muchos otros libros importantes y significativos. En cambio, la primera vez que leí en digital no la recuerdo, y es que soy de una generación que vimos el paso de la máquina de escribir a la computadora y de ahí al acceso a internet y a las publicaciones digitales. En mi etapa universitaria estoy segura, eso sí, que habrá sido la primera vez que leí en formato digital, y seguramente fue algún artículo, ensayo o texto académico, pero no un libro completo.
Fue hasta hace apenas unos pocos meses, que por primera vez decidí comprar y leer un ebook, y esto fue ante la imposibilidad de conseguirlo en físico; ese libro es “Pulpo en su tinta” de Will Rodríguez, escritor yucateco, a quien escuché leer en una mesa panel uno de sus cuentos y simplemente me enganchó y me di a la tarea de conseguirlo. Confieso que no soy muy hábil en las cuestiones digitales y formatos de archivo y demás, así que mi compra fue algo fácil, pero no así el poder abrir y leer el archivo que te envían, pues existen una serie muy amplia de formatos como el Epub, FB2, Mobi, DRM que yo ni conocía, ni conozco aún y, por supuesto, el único familiar hasta entonces, el PDF; pero resulta que esa no era una opción de compra, así que realmente fue algo muy complicado hasta buscar y dar con un convertidor de archivos para pasarlo a PDF. Pero bueno, después de tanto batallar por fin pude leer de principio a fin “Pulpo en su tinta y otras formas de morir”, un libro condimentado con ironía, sarcasmo y un juego ambivalente entre la realidad y la ficción que manejados con gran astucia son una gran muestra del ingenio del escritor para hablar de temas como la muerte y la futilidad de diversas situaciones de la vida cotidiana que, probablemente, sin ser la intencionalidad del autor, llevan al lector a reflexionar sobre la seriedad con la que en ocasiones, tomamos ciertas situaciones que podrían verse con humor, con ironía desde otra perspectiva. Al ser un libro de minificción se presta para su lectura ágil en formato digital; no obstante, meses después llegó a mis manos por una causalidad afortunada el libro impreso, así que volví a leerlo, y de ahí es que puedo decir, con base en mi experiencia, que las dos lecturas, del mismo libro, no fueron las mismas, por supuesto, disfruté mucho más releerlo en el libro impreso, tal vez porque solo tuve que retirar el forro de plástico que traen los libros nuevos, pasar la portada y comenzar a leer y no un tortuoso procedimiento para abrirlo o convertirlo a ningún formato. El libro estuvo por unos días en la mesita de libros junto a mi cama, así que en cualquier momento del día podía tomarlo y leerlo, y, por supuesto, no tuve que lidiar con el brillo de la pantalla y el cansancio que a mí me produce leer en la computadora. Así es que, en conclusión, la lectura de este libro para mí fue mucho más placentera, provechosa y dichosa que su lectura en digital. Por eso pienso y concuerdo con el historiador francés, Roger Chartier, quien opina que la lectura en digital sin duda aporta nuevas opciones a los lectores sobre todo por su nivel hipertextual, el cual es muy útil para cierto tipo de libros o documentos que lo requieren, sin embargo apunta que, “el libro no va a morir como objeto, porque este “cubo de papel con hojas”, como decía Borges, es todavía el más adecuado a los hábitos de los lectores que entablan un diálogo con las obras que les hacen pensar o soñar”.
Lo cierto es que, no podemos cerrarnos a los nuevos formatos del libro, pero tampoco podemos dejar de tener nuestro preferido, y creo que, los jóvenes lectores que con mayor facilidad pasan de un formato a otro sin problema y quienes tienen en sus manos el futuro del libro impreso, no lo dejarán morir, porque incluso ellos, en sus preferencias aún siguen teniendo al libro en físico, por accesibilidad leen más en el formato digital, más no por preferirlo, en la mayoría de los casos. Así que el futuro es esperanzador, porque nada podrá sustituir, por más que lo intenten, la sensación de tener un libro entre las manos, la textura y el olor de las páginas, y sobre todo, el sentido de pertenencia y de poder, al terminar de leerlo, buscarle el lugar apropiado junto con los otros libros que has tenido entre las manos y te has dado a la tarea de acoger en tu casa y ordenar en tu librero, porque sabes que cada uno se merece un lugar y un trato especial que una simple carpeta llena de archivos en la computadora no necesariamente tiene, porque carecen del color, el diseño y la originalidad de las portadas y los lomos que le dan versatilidad y color a tu librero.
Creo que aun los que impulsan fuertemente hoy en día las bibliotecas digitales y el libro electrónico en el fondo saben que uno no suple a lo otro, sino que se complementan. Pues en la Conferencia que mencioné al inicio, la cual seguí atentamente, me dio a mí y a todos los que preferimos al libro impreso, la razón, pues en la participación de James English, de la biblioteca pública de Nueva York, quien explicó el proyecto Library Simplified que básicamente consiste en una colección de aplicaciones disponible para iOS y Android con el fin de que los lectores pudieran acceder con mayor facilidad a los ebooks desde cualquier dispositivo móvil, sucedió algo curioso, pues en su demostración, los que yo llamo los “aluxes defensores del libro impreso” (los mismos que trajeron a mis manos el libro de Will Rodríguez), hicieron de las suyas, pues al intentar mostrar cómo funciona la app desde un celular y una Tablet, ambos dispositivos fallaron y esa facilidad para acceder a leer en cualquier momento cualquier libro que quisieras se diluyó, aunado a que el celular se quedó sin batería y ya no pudo darse la demostración de tan novedosa invención, la cual, por supuesto, no dudo que así sea, tan eficaz, útil, rápida y accesible, siempre y cuando tengas suficiente batería y una buena señal de internet, lo cual, lamentablemente no siempre ocurre. Y ésta es una razón más por la que seguiré leyendo en físico todos los libros que me gustan y que quiero tener, aunque me estén dejando sin espacio en mi de por sí pequeña casa, pero también seguiré leyendo en digital todos los ensayos y textos académicos que me son útiles para los temas de investigación que sigo y las clases que imparto, porque no se trata de que uno anule al otro, se trata de las diversas oportunidades que no existían antes y hoy sí, afortunadamente para nosotros los lectores del siglo XXI.
Publicado en Encuentro Digital el 25 de abril de 2016. http://www.encuentrodigital.com.mx/index.php/editorial/108-colaboradores/rosely-quijano-leon/2503-el-libro-impreso-o-digital
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