En el amplio mundo de la literatura se distingue la que particularmente se dirige a los niños y jóvenes (LIJ), pero ¿cuándo se escribió el primer libro para niños? Imposible de saberlo, aseguran varios teóricos que se han dado a la tarea de investigarlo. Algunos afirman que es el Panchatantra, el libro de fábulas e historias de animales, publicado en el siglo VI en la India. Otros pedagogos dicen que no fue sino hasta el siglo XVII con los Cuentos de mamá Oca de Perrault; pero finalmente se le adjudica el mote del primer libro para niños a Las aventuras de Telémaco (1699) del escritor francés Fénelon. Cierto es que, hoy día, Francia es uno de los países que exporta el mayor número de libros infantiles y genera gran parte de los 350 millones de euros anuales que produce en ganancias este género literario. Su consolidación se dio en el siglo XX con la publicación de El Principito (1943) de Antoine de Saint-Exupéry, actualmente traducido a más de 297 idiomas y dialectos, entre los que destacan el otomí y náhuatl.
La LIJ representa grandes ganancias para las editoriales y múltiples oportunidades para escritores, ilustradores y lectores, pues han roto las barreras de lo tradicional convirtiéndose en un despliegue de innovación y creatividad en todo el engranaje libresco. Afortunadamente han comenzado a sobresalir a nivel internacional escritores mexicanos dedicados a este rubro, por mencionar algunos: Francisco Hinojosa, con La peor señora del mundo; Javier Malpica, Juan Villoro, Elman Trevizo, entre no muchos otros como Luis Bernardo Pérez que recién obtuvo, con su novela histórica juvenil Calles de tinta y ceniza, el Premio Gran Angular, que la Fundación SM y la Secretaría de Cultura otorgan; así como Antonio Malpica que conquistó el Premio Iberoamericano SM; ellos son sólo una muestra más de que los escritores están poniendo un interés muy especial en escribir para niños y jóvenes, revalorando las letras mexicanas, pues sabemos que también en la LIJ se suele encumbrar a las obras extranjeras, notable ha sido el éxito de las sagas de Harry Potter y Crepúsculo, sólo por mencionar algunas.
Atrás quedó la época en que se desdeñaba a la LIJ por su falta de 'calidad literaria'; ahora sólo nos resta, como adultos, promover y apoyar a los escritores mexicanos que ponen su tinta y papel para este público lector y, ¿por qué no?, asomarnos también de vez en cuando a los mágicos estantes de la LIJ, guardan el mundo que deseamos habitar.
Publicado el domingo 19 de junio de 2016 en Milenio Novedades. http://sipse.com/opinion/literatura-infantil-juvenil-columna-rosely-quijano-leon-210104.html
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