viernes, 22 de julio de 2011

Remembranzas de Rita Cetina

Cotidianamente se publican y difunden diferentes comentarios en torno a las deficiencias y rezagos de la educación en México, pero muy pocas veces se habla de los personajes que han dedicado, y dedican aún, toda una vida a la noble labor de enseñar, es por ello que resulta significativo y loable la reimpresión de este boceto biográfico de la ilustre maestra Rita Cetina Gutiérrez que realizara el también ilustre profesor Rodolfo Menéndez de la Peña en 1909 a raíz de su muerte. No cabe duda de que en sus páginas se palpa el innegable aprecio y admiración que el autor sintió por ella, y no es para menos, pues quien lea sus páginas no podrá menos que sentir un gran respeto e inspiración por la poeta y educadora cuya vida y entrega a la educación supo muy bien plasmar don Rodolfo en este libro.

Debo confesar, y con mucha vergüenza, que hasta hace muy poco conocí la vida y obra de esta gran mujer. Sin embargo no recuerdo que en la escuela se nos enseñara sobre los profesores ilustres del Estado, lo cual sin duda alguna debería enseñarse a los futuros maestros, pero tampoco me había tomado la molestia de investigar el pasado de la profesión más noble y loable que es esta la de enseñar, la que desde hace varios años es también mi profesión. Incluso creo que los propios maestros formados en una escuela normal, lo cual no fue mi caso, incluso ellos mismos desconocen no sólo a ella sino a otros tantos profesores emblemáticos de nuestra entidad. De ahí la importancia de esta publicación, de este recinto mismo y de la admirable labor del profesor Carlos Bojórquez y los que junto con él se encargan de difundir y crear un espacio para la historia de la educación en nuestro Estado.
Lo valioso de la profesora Rita Cetina no es únicamente el haber creado en 1870 la primera escuela laica para niñas de nuestro Estado llamada la Siempreviva, o el haber dirigido desde sus inicios el primer Instituto Literario de Niñas en 1877, ni tampoco su producción poética de entrañable valor literario y artístico; lo admirable es su incansable labor de educar y promover la educación de la mujer por la mujer en aquellos tiempos en que era tan difícil acceder a ella, para los hombres y con mucha más razón para las mujeres. Su lucha constante por integrar a las niñas de diferentes estratos sociales a la escuela es muestra de su gran altruismo, vocación y empeño por la que fuera su profesión desde muy joven. El mismo don Rodolfo Menéndez expresa que “preciso era sacar de la ignorancia y del abismo de las preocupaciones a la hermosa compañera del hombre” y la maestra Rita demostró que las mujeres eran capaces de lograr muchas más cosas de las que se creía en su tiempo. Más que una escuela donde se enseñaba lectura, caligrafía, labores de mano, gramática, aritmética, geografía, entre otras disciplinas, cultivó el amor al arte, el mismo que ella sentía por la poesía y que se manifestó en la creación de una de las primera escuelas de declamación en Yucatán. Definitivamente su labor poética merece un estudio minucioso y muy aparte de su labor docente, pues son pocas las voces poéticas femeninas en nuestro Estado y aún menor las que expresan un profundo amor por la labor de educar.
La dedicación y entrega de la maestra Rita a su carrera se reflejan a la perfección en las palabras de Menéndez de la Peña quien narra desde su niñez hasta su fallecimiento los logros y virtudes de la profesora, la que más que eso fue y es un emblema de la educación yucateca, lo fue en su tiempo y lo es ahora, pues con un tinte de nostalgia se nos narran sus últimos años de vida presa de una enfermedad que no le impidió seguir, desde su cama, dirigiendo y escribiendo, pero sobre todo enseñando con su gran ejemplo. No creo que haya mayor satisfacción y recompensa para una gran profesora, como lo fue Rita Cetina, que el haber recibido en sus últimos días de vida a un grupo de alumnas que acudieron a su casa a recitar y cantar para su estimada profesora como agradecimiento por todas sus enseñanzas, pero con mayor razón debió sentir una gran satisfacción por el hecho de que su compañera Consuelo Zavala fuera la de la idea de llevar a las niñas como una muestra de respeto, admiración y cariño que sentían ella y muchas otras personas por la educadora. Y es que no existe mayor recompensa para un profesor que recibir de sus propios alumnos unas palabras o un detalle de aliento que dicen mucho más que cualquier otro reconocimiento que se quiera realizar, y que mejor dicha que el haber recibido este sencillo homenaje en su propia casa y en vida de las personas a quienes dedicó toda una existencia llena de enseñanzas y sueños.
Hoy no creo que cualquier maestro que conozca la vida y obra de esta ilustre maestra no sienta una gran admiración y respeto por el gran ejemplo que lleva implícito ya el nombre de Rita Cetina, para mí más que eso representa una inspiración y un agradecimiento porque sin duda alguna su vida entera ejemplifica a la perfección las palabras de un pedagogo estadounidense quien afirma que “la enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza sino de corazón a corazón”, y ese don para enseñar y además dejar huella sólo pocos profesores lo logran, profesores que como Rita Cetina dejan un innegable vacío pero a la vez una profunda enseñanza para las nuevas generaciones de hoy.
Al fin y al cabo las palabras resultan poca cosa para expresar lo que por más de 40 años con dedicación y esfuerzo construyó esta ejemplar maestra, lo que con tenacidad y perseverancia logró por la educación femenina, por eso, qué mejor que las palabras del profesor Menéndez de la Peña para honrar y dejar memoria de los grandes logros de esta ilustre profesora, ya que él muy claramente expresa: “preciso es unir la experiencia a la ciencia y tener un cerebro y un corazón consagrados en absoluto a la enseñanza, para llegar a ser como ella, una completa educadora; para llegar a conquistar, como ella conquistó, un nombre imperecedero en los anales de la enseñanza peninsular”.
Preciso y necesario es que los profesores y la sociedad yucateca en general conozcan la valiosa labor de ella y muchos otros maestros ilustres de nuestro Estado, esta reimpresión es la mejor oportunidad para hacerlo, para rescatar y difundir nuestra historia de la educación, la que día con día se sigue forjando y a la que tanta falta le hace una revitalización, una motivación y el retomar la verdadera esencia de la palabra educar. Si se nos ha olvidado con el paso del tiempo o con la rutina diaria, preciso es que dediquemos un breve tiempo a los que como la maestra Rita Cetina forjaron con gran voluntad y dedicación las bases de la educación en nuestro Estado, producto del cual somos todos y cada uno de los que hemos pisado las aulas de los diferentes niveles educativos y que hoy no podemos menos que agradecer y admirar a quien pese a todos los obstáculos logró abrir un camino a la educación a las mujeres yucatecas que día a día demuestran que, como ella, no existen limitantes cuando se tiene una verdadera vocación y amor por la profesión.

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