La escritora Mónica Lavín dice que leemos para encontrarnos,
reconocernos, para saber quiénes somos y así, poder entender mejor a los otros,
por eso surgen las ideas de los libros como espejos o como ventanas. ¿Quién no
se ha reconocido en un personaje de un libro? Cuando mi maestra de la
secundaria me presentó por primera vez al Quijote de la Mancha, su Sancho y
Dulcinea a través de las páginas y también a través del teatro con “El hombre
de la Mancha”, ella y yo supimos que los libros iban a ser parte de mi vida por
siempre, me reconocí en ese personaje que lucha contra los molinos de viento y
su fe es inquebrantable. El camino continúo y en la preparatoria el mundo de la
literatura inundó mis ojos y mis sueños, ahí conocí a Ulises, a la fiel
Penélope, a todos los que habitan el Olimpo, el Hades y mucho más, gracias también
a una gran maestra que ama profundamente
su profesión y la lectura; el camino ya estaba trazado y sólo seguí aquél que
dos grandes mujeres me mostraron. Toda la vida las recordaré con todo el cariño
del mundo y les sigo los pasos aunque ellas no lo sepan porque ambas aún siguen
ejerciendo la docencia con igual ímpetu y entusiasmo y dejando huella en muchos
jóvenes que, como yo, encontramos en esos años difíciles de la adolescencia un
lugar o un refugio donde guarecernos. La maestra Angélica Molas y la maestra
Celia Vales son las Sherezadas que aún siguen contando historias interminables y
logrando que aprendamos que es posible soñar despiertos: leyendo, y que también
es posible ejercer una profesión con toda la pasión y la entrega que la
docencia requiere.
Los maestros en general, debemos únicamente abrir el camino, iniciarlo, si lo hacemos bien, los alumnos, parafraseando a Machado, harán camino al andar. El sendero de
la literatura es de los mejores que podemos enseñar a los niños y jóvenes, en
él se encontrarán y reconocerán como un espejo, pero también conocerán y entenderán otros mundos, otras
formas de ser y pensar como ventanas, siempre y cuando se haga con genuino
interés y pasión, enseñanzas así son inolvidables.
Yo, como Emily Brontë también diría en ocasiones
“permítame que me tome la libertad de preguntarle cómo se las arregla para
vivir sin libros”; cómo se vive sin ellos después de que fueran dos musas con su canto de sirenas las que le
dieron voz a muchos libros, personajes y autores inmortales. Los lectores, como
los poetas, también tenemos musas de papel o de carne y hueso, si nos
convertimos en una un buen día habitaremos por siempre en el país de los
libros.
Publicado el domingo 3 de diciembre en Milenio Novedades.