domingo, 23 de abril de 2017

23 DE ABRIL: DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

Dada su importancia en 1995 la UNESCO oficializó este día para celebrar en todo el mundo al libro y, por supuesto, al universo tan diverso que incluye su lectura y sus lectores. El libro es para algunos un refugio, una huida a través del papel y tinta de una realidad que desean evadir, para otros es una oportunidad de conocer, amar, viajar, de dialogar, escuchar y también de encontrarse, los libros pueden ser la compañía para una soledad de un día o de toda una vida; y es totalmente cierto, como dijo Thomas Carlyle, que “los libros son amigos que nunca decepcionan”, los escritores y las historias quizá, pero los libros nunca, por eso son también el bálsamo para curar heridas, o por lo menos, un paliativo para intentar olvidarlas y sanarlas. El libro también es aventura, riesgo y rebeldía, es escuchar voces y a veces gritos que algunos no quieren que escuchemos y, paradójicamente, como añoró Sor Juana, son también el anhelado silencio. Por eso pueden ser puertas,  ventanas,  espejos, puentes o caleidoscopios, son todo aquello que nos permita expandir nuestra mente y realidad para mirar a otros y también a nosotros mismos, así algunas veces son un espejo mágico, una máquina del tiempo o un oráculo y, otras, como el agua cristalina donde se reflejó Narciso.



Los libros son de los pocos objetos, o tal vez el más antiguo, que como decía Umberto Eco "son esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos”, porque son capaces de despertar todos nuestros sentidos, la vista necesaria para recorrer las letras y comprender e imaginar; el oído para escuchar los sonidos que rodean el acto de leer en silencio o en voz alta; el olfato, para aspirar su olor a nuevo, antiguo, guardado o el aroma de las manos de quien nos lo ha prestado u obsequiado, e incluso, algunos los recordamos por su olor y no por su historia; el gusto, porque al leer aparecen alusiones a platillos o bebidas y las saboreamos, o porque en ocasiones son nuestra mejor o única compañía para un café o una comida; y el tacto, por el roce de los dedos con cada página para leerlos.  Por eso el libro físico no pasará a ser un objeto de anticuario, aunque el digital propugne en esta era por relegarlo, ambos son valiosos, pero la experiencia de activar todos nuestros sentidos a la vez conectados con nuestros pensamientos, emociones y sentimientos seguirá siendo extraordinaria y exclusiva de eso que atesoramos en los rincones o en los espacios donde habitan sigilosamente,  nuestros libros.
Publicado en Milenio Novedades. Domingo 23 de abril de 2017. 
Ilustración:  Edward McGowan

miércoles, 12 de abril de 2017

LECTURA 1 – 1 FUTBOL

Por mucho tiempo se creyó que los escritores desdeñan al fútbol y los futbolistas le tienen fobia a los libros; no es casualidad, Jorge Luis Borges y Rudyard Kipling, por ejemplo, propagaron esta fama con sus férreas diatribas en contra del deporte más popular del mundo. Eduardo Galeano puso el tópico sobre la mesa cuestionando “¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”, esto dio como resultado su libro “El fútbol a sol y sombra” donde narra las anécdotas como arquero en Argelia del Premio Nobel de Literatura 1957, Albert Camus, quien alguna vez respondió, sin dudarlo, que de habérselo permitido su salud se hubiera dedicado al fútbol, y aunque consagró su vida afortunadamente a las letras en algunos textos dejó la huella de su otra gran exaltación: “Los partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente”.


También el novelista Arthur Conan Doyle, creador del famoso personaje  Sherlock Holmes, fue el primer arquero del equipo inglés que evolucionó en el actual Portsmouth Football Club. Es evidente que el fútbol ha irrumpido con notoriedad en la literatura, también lo demuestran Benedetti en Uruguay;  Fontanarrosa en Argentina (“Puro fútbol”); Raúl Pérez Torres de Ecuador (“Cuando me gustaba el fútbol y otros relatos”); García Márquez, en Colombia y, en México, Monsiváis le atribuyó a este deporte el único nacionalismo a la mano, pero es indudablemente Juan Villoro quien le ha dedicado más tinta al balompié, autor de “Balón dividido” ha dicho que “los estadios existen para jugar a la magia. El mundo, para vivirla”.

En Argentina se publicó recientemente “Pelota de papel”, el primer libro escrito por futbolistas, y hace unos días la UNAM presentó el proyecto “Cómo no te voy a leer” que tiene la iniciativa de fomentar la lectura entre los jugadores de Pumas, la cual ojalá se extendiera a otros clubes. Pensando en ello, tengo por lo menos dos entrañables amigos más que aficionados, apasionados del fútbol, quienes además han sido mis mejores aliados en la que es la mía, la lectura, con ellos he podido darme cuenta que nuestros mundos convergen en algún punto, el futbol no sólo está en la cancha, también está en las páginas y, ¿por qué no?, pudiera ser cierto que “el goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año”, como afirmó el escritor  Pier Paolo Pasolini, y, por lo tanto en las canchas también hay poesía, sólo hay que saber leerla, y por eso, en esta ocasión, quedaremos en un amistoso empate. 
Publicado en Milenio Novedades. 

domingo, 2 de abril de 2017

DETRÁS DEL LIBRO

¿Se han imaginado que por cada libro que existe a su vez hay una o muchas historias sobre su proceso desde la escritura hasta su publicación? Es realmente maravilloso conocer qué hay detrás de los escritores y sus textos, pues incluso algunas anécdotas llegan a ser más interesantes que el propio libro, lamentablemente pocas veces se escriben o se conocen.


“La noche en que Frankenstein leyó el Quijote”, de Santiago Posteguillo, es un buen ejemplo de lo anterior. Relata la vida secreta de varios autores y sus obras que son hoy representativos de la literatura universal. Así, por ejemplo, retoma esa vetusta polémica en torno a la verdadera autoría de Shakespeare ¿o Marlowe?; el nacimiento de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” en una cárcel de Sevilla; la curiosa anécdota de cómo Mary Shelley escribió por un reto, precisamente Frankestein, y qué influencia tuvo la obra de Cervantes en ese proceso; los múltiples rechazos que tuvo “Primeras impresiones” de Jane Austen; la ludopatía de Dostoiewski que resultó  ser una bendición literaria para sus millones de lectores, así como las persecuciones de la Gestapo a los amigos de Kafka por poseer sus manuscritos; o también la suerte que corrió el libro perdido de Julio Verne que pocos han leído: “París en el siglo XX”; y la afortunada historia del manuscrito de “Harry Potter y la piedra filosofal” que cayó en manos de una niña cuya recomendación dio  fama mundial a  J. K. Rowling y de quien el autor opina, con toda razón, que su gran mérito ha sido lograr que millones de niños y adolescentes se acostumbren a leer, convirtiéndose en lectores que continuarán con otros libros de otros autores así hasta el infinito del libro. Estos y otros más son los relatos que encontraremos también de escritores como Conan Doyle, Saint-Exupéry, Dickens o, incluso, escritores peligrosos como William Burroughs o Anne Perry.

Los libros que hablan sobre libros son una ventana para asomarse al mundo del escritor, los editores y las editoriales. Esos mundos paralelos al libro son, en ocasiones, sombríos y tortuosos o afortunados y exitosos, pero definitivamente fascinantes. Posteguillo nos lleva de la mano a los lectores en un periplo que comienza justo en el momento en que se cierra la última página, cuando nuestra curiosidad se despierta y deseamos saber más de la persona real que dio vida al libro y el proceso que siguió hasta antes de llegar a nuestras manos y ojos de lector. 

Publicado en Milenio Novedades.
Ilustración tomada de https://es.pinterest.com/leewhiteillustr/