lunes, 19 de marzo de 2018

LAS MUSAS DE LA LECTURA


La escritora Mónica Lavín dice que leemos para encontrarnos, reconocernos, para saber quiénes somos y así, poder entender mejor a los otros, por eso surgen las ideas de los libros como espejos o como ventanas. ¿Quién no se ha reconocido en un personaje de un libro? Cuando mi maestra de la secundaria me presentó por primera vez al Quijote de la Mancha, su Sancho y Dulcinea a través de las páginas y también a través del teatro con “El hombre de la Mancha”, ella y yo supimos que los libros iban a ser parte de mi vida por siempre, me reconocí en ese personaje que lucha contra los molinos de viento y su fe es inquebrantable. El camino continúo y en la preparatoria el mundo de la literatura inundó mis ojos y mis sueños, ahí conocí a Ulises, a la fiel Penélope, a todos los que habitan el Olimpo, el Hades y mucho más, gracias también a una gran maestra que  ama profundamente su profesión y la lectura; el camino ya estaba trazado y sólo seguí aquél que dos grandes mujeres me mostraron. Toda la vida las recordaré con todo el cariño del mundo y les sigo los pasos aunque ellas no lo sepan porque ambas aún siguen ejerciendo la docencia con igual ímpetu y entusiasmo y dejando huella en muchos jóvenes que, como yo, encontramos en esos años difíciles de la adolescencia un lugar o un refugio donde guarecernos. La maestra Angélica Molas y la maestra Celia Vales son las Sherezadas que aún siguen contando historias interminables y logrando que aprendamos que es posible soñar despiertos: leyendo, y que también es posible ejercer una profesión con toda la pasión y la entrega que la docencia requiere.

Los maestros en general, debemos únicamente abrir el camino, iniciarlo, si lo hacemos bien, los alumnos, parafraseando a  Machado, harán camino al andar. El sendero de la literatura es de los mejores que podemos enseñar a los niños y jóvenes, en él se encontrarán y reconocerán como un espejo, pero también  conocerán y entenderán otros mundos, otras formas de ser y pensar como ventanas, siempre y cuando se haga con genuino interés y pasión, enseñanzas así son inolvidables.
Yo, como Emily Brontë también diría en ocasiones “permítame que me tome la libertad de preguntarle cómo se las arregla para vivir sin libros”; cómo se vive sin ellos después de que fueran  dos musas con su canto de sirenas las que le dieron voz a muchos libros, personajes y autores inmortales. Los lectores, como los poetas, también tenemos musas de papel o de carne y hueso, si nos convertimos en una un buen día habitaremos por siempre en el país de los libros.


Publicado el domingo 3 de diciembre en Milenio Novedades.

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