domingo, 18 de julio de 2010

"Un buen libro es aquel que se abre con expectación y se cierra con fruto”

Martha Elena Barroeta Mérida

Si tuviéramos que definir nuestra civilización, el libro tendría la mayor participación. Y es que ha sido el libro el hecho fundamental de ella, es y ha sido su instrumento maestro desde sus orígenes hasta hoy.
No obstante, los libros no han sido siempre lo mismo. Desde la más remota forma de nuestro progreso, los libros, o los que hacían las veces de un libro, que no estaban hechos ni de papel, ni con papiro, estaban grabados en pequeñas tabletas de arcilla, incluyéndose la mano del artesano que con esmero propio y a punta de punzón dejaba grabado para la posteridad el mensaje o el recuerdo de algún gran hecho, de una acción o de una obra.
En la gran Babilonia, existían los repositarios, es decir, enormes bibliotecas donde reposaban cuidadosamente las tabletas. Eran unas escrituras en parte fonética y en parte ideográfica, combinándose habilidosamente para que personas de lenguas distintas pudiesen comprender el mensaje.
Cuando el hombre comenzó a sentir la necesidad de que las palabras no murieran al decirlas, surgió la idea de crear alguna forma de permanencia de lo que la palabra decía: ASÍ NACIÓ LA ESCRITURA.
Recordando un tanto los artesanos iniciadores de las pequeñas tabletas elaboradas con la plasticidad que nos ofrece la arcilla, se pasó luego a materiales más suaves de manejar, como fueron los papiros egipcios, para más adelante continuar con la gran invención del papel que hicieron los chinos.
La escritura pasó de la mera inscripción y empezó a ser una transcripción de la conversación, por lo que se hacían más complejos los medios de escribir y de conservar la escritura.



De esta forma –muy someramente, claro está- nacieron los libros, que eran primitivamente rollos de ligeros materiales, los papiros que constituían una cuota importante en las antiguas bibliotecas.
“La imprenta es tan útil como los pertrechos
y ella es la artillería del pensamiento”
Simón Bolívar
Primitivamente el libro se fabricaba en forma individual, trabajo elaborado por los copistas de la Edad Media. Había hombres con una paciencia infinita quienes muy profesionalmente copiaban y recopiaban los libros y este cuidadoso trabajo de meses, a la larga daba pie a que se introdujera algún error, por mucho cuidado que se tuviera.
Las iglesias, los conventos, los grandes reyes, poseían los libros que antiguamente significaban una gran riqueza, imposible de alcanzar para los pueblos.
Más o menos en la Alta Edad Media saber leer y escribir era un arte reservado a unos pocos, de tal manera que se pensaba que la gente que sabía leer y escribir tenía poderes sobrenaturales y que era una propiedad de brujos más no de gente común y corriente.
Además de que era muy poca la gente que sabía leer y escribir, también la costosa forma de reproducir los libros seguía siendo un lujo inmenso; por lo tanto eran muy escasas las posibilidades de que el libro llegara a mucha gente.
Podemos añadir que a finales del siglo XV, ocurre la gran revolución, precisamente con el invento de la imprenta. La imprenta nace con la creación de los caracteres móviles, gran ventaja de poder componer cualquier texto y de poderlos imprimir. Con la imprenta nace la posibilidad de reproducir y nace el libro. Una prensa podía reproducir una cantidad infinitamente superior a la de cualquier hábil copista. Como consecuencia el libro se popularizó y comenzaron a aparecer los primeros libros en el siglo XV, libros realmente hermosos, compuestos naturalmente por hombres de un inmenso gusto, verdaderas joyas bibliográficas que todavía se conservan en las bibliotecas y que hoy día nosotros conocemos como los INCUNABLES, ediciones hechas en los primeros tiempos de la imprenta entre 1436 y 1500.
De esta forma había nacido el libro y había comenzado así una época extraordinaria de cambio y de progreso en la vida de los hombres.
Las ediciones iban haciéndose más grandes y numerosas; aumentó la necesidad de leer, cosa que antes no podía satisfacerse. El ideal de que todo el mundo pueda leer –por cierto bastante costoso hoy día- lo hizo posible la imprenta, y por lo tanto, la imprenta se volvió el gran vehículo de la cultura, de la civilización.
Los creadores de pensamientos, los poetas, los grandes sabios dejaban constancia en los libros de lo que habían dicho o tenían que decir. Con este invento ya no era tan necesario, pues, un maestro y hablar con él para conocer sus pensamientos o remitirse a los juglares para conocer las epopeyas y las noticias, ya fueran verdaderas o falsas.
“¡Dichosos los libros que nos enseñan a crear,
a esperar y a amar!
¡Dichosos los hombres que los escribe!, que apaciblemente mueren,
rodeados de sus obras, que se disponen a seguirlos!”
(Villalosada)
Comenzaron a nacer las grandes Bibliotecas Modernas. Por supuesto, también las hubo en la antigüedad aunque escasamente, y el número de los manuscritos era muy difícil de reunir. Con el transcurrir del tiempo nacieron las grandes bibliotecas modernas, que comenzaron a acumular grandes cantidades de libros, por ejemplo: La Biblioteca del Congreso de Washington, tiene millones de volúmenes, verdaderamente grandes repositarios del conocimiento humano.
Sin embargo, la escritura y el libro son limitados. Han sido el medio de comunicación fundamental; pero han nacido otros medios más modernos para comunicar a las masas, por ejemplo: la radio y la televisión penetraron al común medio masivo para suplantar la letra impresa, pues ellos llegan más directa y fácilmente.
Hay quienes afirman que no es lo mismo leer que oír, que no es lo mismo oír que
ver, y que no es lo mismo leer que oír y ver simultáneamente. Esto trae como consecuencia una transformación y hasta un desafío.
De esas joyas bibliográficas a las que se había llegado en la imprenta como lo era el arte del libro, en nuestro tiempo se ha pasado como todos lo sabemos al alcance eficaz de la televisión (bastante desvirtuado en este modernismo que nos atrapa).
Hay un hecho muy real: en la antigüedad se leía muy poco, pues, resultaba un lujo poseer un libro y además el mecanismo que se había implementado no era lo suficientemente rápido como para abarcar la población existente; hoy día podemos afirmar que es una gran minoría la que lee, tenemos la imprenta que es el medio más poderoso en la actualidad.
Lo que significa que el libro es la memoria de la civilización, las bibliotecas son los grandes repositarios, queda en el medio impreso la memoria de todo lo que el hombre ha pensado, ha dicho o hecho, ha sabido.
Ahora bien, tenemos un desafío en nuestro tiempo, porque se nos presenta un problema; ¿qué hacer con ese océano de libros que se publican, para abarcar, para leer esa pluralidad d libros?, ¿A qué publicación dedicar nuestro pequeño tiempo?, ¿Cuál será el más significativo, el de mayor peso para nuestra vida y conocimiento?
Por supuesto que puede escogerse según nuestras preferencias.
El papel fundamental, el instrumento, el gran banco de información, el motivo central de nuestra civilización, lo es y seguirá siendo el libro, en el que meditamos y dialogamos con el autor; el libro es y seguirá siendo el mayor baluarte formativo, la escuela, el vínculo y el vehículo de la civilización mientras exista la sociedad humana.

Tomado de: http://www.revistainterforum.com/espanol/ensayos/contest4_042901.html

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