jueves, 4 de abril de 2013

EL OTOÑO DE LA LECTURA EN MÉXICO

Aquí llega el otoño, con su voz de ceniza, desalentando sueños, cubriendo de hojarasca las imágenes rotas que el corazón conoce. - Jon Juaristi, "Cambra de la tardor" Como en el fragmento anterior, el otoño por lo general se suele asociar con la melancolía, los paisajes sombríos, el pasado irrecuperable, la vejez y la muerte, sin embargo, cuando pensé en titular a este texto “El otoño de la lectura en México” lo hice pensando en que el panorama de la lectura en nuestro país hoy en día si bien es sombrío y melancólico no está del todo perdido, ni destinado a la obscuridad o la muerte como hemos escuchado en los últimos meses por lo desalentadoras que resultan las estadísticas y los resultados de las encuestas, las cuales, por ejemplo, llevaron al presidente de Funlectura, Lorenzo Gómez Morín Fuentes, a declarar que en México se camina de “la penumbra a la oscuridad” en lo que a lectura se refiere; los resultados dicen lo que anteriormente muchos otros habían advertido, como Carlos Monsiváis, Juan Domingo Argüelles, Gabriel Zaid y Guillermo Sheridan quien curiosamente hace algunos años con su peculiar estilo afirmó: “Al mexicano (el 99.99%) no le gusta leer. Es más, no sólo no le gusta leer, no le gustan los libros ni siquiera en calidad de cosa, ni para no leerlos ni para nada, vamos, ni para prótesis de la cama que se rompió una pata”. Viéndolo así, con cifras y números alarmantes el panorama sí se vislumbra desolador, triste, melancólico, como el otoño que describen los poetas. Para reafirmar mi idea, tal vez romántica o idílica, de que el panorama es melancólico, como el otoño, más no irrecuperable, pues el otoño también es una oportunidad de renacer, recurrí a preguntarles a mis alumnos de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY que actualmente cursan el Taller: La lectura como práctica social, ¿cuál consideraban que es el panorama de la lectura en México? Y entre sus respuestas primero encontré las siguientes: “La situación de la lectura en México es: deficiente, insuficiente, desvalorada, élite, multidisciplinaria, menospreciada, preocupante, limitada, precaria, pobre, inaccesible, indescifrable, satirizada, diluida, problemática, discontinua, casi nula, utópica, mediada, decadente”. Pero, hubieron otras respuestas que llamaron mi atención: La situación de la lectura en México es: “Multidisciplinaria, contagiosa, menospreciada, en construcción, rescatable, una posibilidad”. Y entonces también los jóvenes vislumbran que sí existe la posibilidad de repensar que la situación de la lectura en México no está del todo perdida ni vamos inevitablemente camino a la oscuridad, porque eso de la oscuridad la verdad da miedo, por eso prefiero el término otoñal, porque nos brinda la posibilidad de pensar que aunque en México estamos innegablemente ante una falta de cultura lectora, una población mayoritariamente analfabeta funcional y plagados del “neoanalfabetismo”, como le llama Pedro Cerrillo, a ese fenómeno “extendido por todo el mundo desarrollado y protagonizado por esos nuevos lectores, fascinados por los nuevos soportes de lectura, que no son lectores literarios ni tampoco, en muchos casos, lectores competentes”, también existen muchas instituciones, programas, ferias, bibliotecas y un sin fin de propuestas encaminadas al fomento a la lectura en el país y ese no es el problema de fondo, pues “Lo primero que debemos replantearnos, como nos sugiere Verónica Juárez, es: ¿no se lee en este país? O, ¿no se lee lo que nosotros creemos y esperamos que se lea? Porque en los kioskos de revistas no faltan los Biancas, los Sensacionales de barrio, revistas del corazón que se venden como “pan caliente” porque no faltan lectores para esas lecturas. Entonces, el planteamiento correcto no debe ser ¿cómo logramos un país de lectores? o ¿qué programa, plan o política lanzaremos ahora para promover la lectura? sino ¿cómo hacemos para que los lectores salten de las “revistas del corazón” a “otro tipo” de lectura?”, o sea, ¿cómo le hacemos para pasar del otoño a la primavera en la lectura? Y respuestas a estas preguntas, afortunadamente existen muchas, pero la mayoría van encaminadas a la interacción social de la lectura, los nuevos lectores y la apertura de espacios de lectura donde se puedan construir comunidades lectoras. Estamos en el camino de construir un país que transita del otoño a la primavera de la lectura, pues aunque las cifras digan lo contrario, en México hoy en día existe un gran impulso y deseo por promover y fomentar la lectura, hay una conciencia social que está en construcción en torno al papel de la cultura y el libro, en especial, en los jóvenes a quienes por muchos años se satanizó de ser los que menos leen y que hoy en día demuestran una mayor participación e interés por promover y difundir la lectura. Si bien, como dice Xavier Ledesma “el hábito de la lectura se transmite generalmente gracias a la herencia de quienes viven apasionadamente en la ciudad de los libros (…) pero si la ciudad de los libros no viene en busca del lector, no queda más remedio que ir en su busca” El tema de la lectura es extenso, polémico y casi infinito, pero aunque nostálgico, como el otoño, yo pienso que el impulso de un gran número de mediadores, promotores y voluntarios entusiastas que a lo largo y ancho de todo el país y a través de diferentes programas (salas de lectura, paralibros, bibliotecas, parabuses, libropuertos, etc) o de manera independiente se encuentran hoy en día promoviendo la lectura lograrán la transformación del panorama de la lectura en México, porque hoy se lee en muchos lados, tal vez no en los salones de clase porque la lectura ha pasado a un segundo plano en los programas de estudio, pero sí en “los lugares más recónditos de México” como Lucina Jiménez afirma al referirse a los voluntarios que, como en el Programa Nacional de Salas de Lectura y en muchos otros o de manera independiente, llevan y comparten lecturas porque piensan, como Monsiváis que “cuando uno lee ya no está solo. Leer es dialogar y cuando se dialoga la soledad se declara abolida”. El trabajo del promotor o mediador de lectura es el impulso que hará que las hojas secas se renueven y vuelvan a brotar y florecer en cada página y en cada lector que surge o se reencuentra en cada rincón donde se comparten lecturas y donde “los nuevos lectores se dan cuenta de lo felices que nos hacen los libros a través de nuestro entusiasmo, de nuestras sonrisas y de la pasión que le imprimimos al comentarlo” (Alvarado;2007:24). El propiciar la lectura voluntaria y libre que “promueve el respeto y se fortalece la tolerancia, virtudes cardinales de la sociedad democrática donde nos gustaría vivir” (Xavier Ledesma). Hablar de penumbras u obscuridad es negar o desmeritar el valioso trabajo de cientos y miles de promotores de lectura que con gran pasión en cada encuentro que propician entre lectores y libros nos abren la posibilidad de pensar que es posible una primavera de la lectura en México y que el otoño sólo es una estación pasajera. Mientras tanto, de pie sobre las hojas secas, seamos de los que no sólo se limitan a mirar caer las hojas y con nostalgia añorar la cantidad o tipo de libros que no leen los mexicanos al año, sino de los que creemos firmemente como Alberto Manguel que “Una sociedad puede existir sin escribir, pero ninguna sin leer” y que es ahí donde precisamente reside la esencia y la magia de la lectura. Ponencia leída el viernes 15 de marzo de 2013 en el Congreso Internacional de Literatura Lectores somos y en la Filey andamos.

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