Por
mucho tiempo se creyó que los escritores desdeñan al fútbol y los futbolistas le
tienen fobia a los libros; no es casualidad, Jorge Luis Borges y Rudyard
Kipling, por ejemplo, propagaron esta fama con sus férreas diatribas en contra
del deporte más popular del mundo. Eduardo Galeano puso el tópico sobre la mesa
cuestionando “¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen
muchos creyentes y la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”, esto
dio como resultado su libro “El fútbol a sol y sombra” donde narra las
anécdotas como arquero en Argelia del Premio Nobel de Literatura 1957, Albert
Camus, quien alguna vez respondió, sin dudarlo, que de habérselo permitido su
salud se hubiera dedicado al fútbol, y aunque consagró su vida afortunadamente a
las letras en algunos textos dejó la huella de su otra gran exaltación: “Los
partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que
amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me
siento inocente”.
También
el novelista Arthur Conan Doyle, creador del famoso personaje Sherlock
Holmes, fue el primer arquero del equipo inglés que evolucionó en el actual
Portsmouth Football Club. Es evidente
que el fútbol ha irrumpido con notoriedad en la literatura, también lo demuestran
Benedetti en Uruguay; Fontanarrosa en
Argentina (“Puro fútbol”); Raúl Pérez Torres de Ecuador (“Cuando me gustaba el
fútbol y otros relatos”); García Márquez, en Colombia y, en México, Monsiváis
le atribuyó a este deporte el único nacionalismo a la mano, pero es
indudablemente Juan Villoro quien le ha dedicado más tinta al balompié, autor
de “Balón dividido” ha dicho que “los estadios existen para jugar a la magia.
El mundo, para vivirla”.
En
Argentina se publicó recientemente “Pelota de papel”, el primer libro escrito
por futbolistas, y hace unos días la UNAM presentó el proyecto “Cómo no te voy
a leer” que tiene la iniciativa de fomentar la lectura entre los jugadores de Pumas,
la cual ojalá se extendiera a otros clubes. Pensando en ello, tengo por lo
menos dos entrañables amigos más que aficionados, apasionados del fútbol,
quienes además han sido mis mejores aliados en la que es la mía, la lectura,
con ellos he podido darme cuenta que nuestros mundos convergen en algún punto, el
futbol no sólo está en la cancha, también está en las páginas y, ¿por qué no?,
pudiera ser cierto que “el goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta
del año”, como afirmó el escritor Pier
Paolo Pasolini, y, por lo tanto en las canchas también hay poesía, sólo hay que
saber leerla, y por eso, en esta ocasión, quedaremos en un amistoso empate.
Publicado en Milenio Novedades.
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